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Para Silvia el barrio ha sido su parque de juegos, su lugar de acogida, el lugar donde creció y donde dice que dará a luz, junto a su pareja, a su primer hijo en unas pocas semanas.
A unos minutos de Toledo, en el límite entre los departamentos de Montevideo y Canelones, convive una comunidad de unas cien familias, con más de 8 hijos en algunas de ellas.
El asentamiento ha progresado en índices de calidad de vida gracias a que la comunidad ha sabido organizarse para mejorar el material de las casas, inicialmente ranchos improvisados de personas desplazadas por la crisis financiera del año 2002.
La Organización sin fines de lucro TECHO tiene como objetivo luchar contra la desigualdad, buscando superar la situación de pobreza que viven miles de personas en los asentamientos irregulares, a través de la acción conjunta de los vecinos que allí viven y jóvenes voluntarios articulados con otros actores de la sociedad, fomentando la acción y conciencia social.
La implementación de un modelo de trabajo comunitario en el asentamiento Los Hornos ha sido clave para la construcción de, entre otras cosas, cabañas de emergencia para familias que no tenían techo. Sin embargo, la situación legal sigue siendo irregular, por lo que no pueden recurrir a servicios básicos como el saneamiento; provocando la contaminación del suelo y el peligro de enfermedades infecciosas causadas por los pozos sépticos que cada vivienda debe mantener.
Los vecinos se conocen todos. Más allá de la existencia de algunas bocas de drogas y los ocasionales tiroteos que se escuchan algunas noches, la comunidad dice sentirse tranquila y desenvuelve su vida normalmente durante el día.
Esta es una serie sobre algunas de las historias que suceden en el día a día de la vecindad. Sus rostros y sólo un puñado de sus detalles.
Miguel de Ibañez muestra su casa con la cara cansada. En ella, el vive con su madre y se queja de la humedad provocada por la falta de canaletas alrededor, así como por las goteras que caen por los agujeros de la chapa que sirve de techo. El olor húmedo y el frío de las paredes se siente al entrar a la sala que a su vez sirve de cocina y dormitorio.
Los hijos de Vanessa se distraen con sus teléfonos en la sala, en la que es una de las casas mejor arregladas del barrio, pero que sin embargo se queja de que sus vecinos no arreglan el desbordamiento de su pozo séptico, que le inunda el patio de la casa.
Y mientras tanto, luego de comer esas tortas fritas que se venden en la feria del barrio organizada los fines de semana, María atiende a su marido, Efraín*, el cual debe mantenerse con oxigeno las 24 horas del día. María se alegra de que le hayan donado una cama ortopédica para su marido, el cual no ha podido salir del sofá de la sala en un par de meses.
Estas historias y muchas más transcurren en estas calles donde se juega futbol, se ríe y se saludan vecinos cada día, a una hora del centro de Montevideo.
*Efraín falleció en diciembre del 2018 debido a su enfermedad respiratoria